Samhain

Para ir comprendiendo mejor en qué época estamos y qué podemos esperar tenemos que entender cómo veían los Celtas el calendario. El calendario Celta además es un calendario lunar, que difiere del calendario Solar Gregoriano. Para ellos el calendario anual se dividía en dos mitades: una oscura y otra luminosa, Samonios y Giamonios. Cabe aclarar que cuando hablamos de luz y oscuridad nos referimos a la luminosidad que recibimos del sol, y no a conceptos asociados a la maldad o bondad.

La mitad oscura comienza en el hemisferio sur en el mes de Samonios (lunación abril-mayo), y la mitad luminosa, comienza en el mes de Giamonios (lunación octubre-noviembre). ¿Por qué invertimos las fechas del hemisferio norte? Porque las celebraciones y los calendarios están basados en los ciclos de la tierra, en las épocas de fertilidad y de cosecha. En las religiones basadas en este tipo de calendarios, lo correcto es realizar este tipo de conversiones, por eso es muy importante entender que no corresponden a fechas de batallas, de nacimiento de personalidades o de hitos históricos, los cuales no procede realizar conversión de fechas.

Entonces, para los Celtas, el año nuevo comenzaba con la mitad oscura, así Samonios se convertiría en el año nuevo celta. El día es variable ya que siempre es la luna llena mas cercana al punto medio entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno.

A través de las leyendas, muchas de ellas relatadas en el “Ciclo de Ulster”, los grandes hitos se sucedían en este periodo de la mitad oscura, específicamente en la noche de Samhain. Es cierto que en la actualidad queremos signar a UN solo día, pero tradicionalmente se celebraba durante 3 días, eran las “tres noches de Samonios”. Se tiene registro que incluso hasta en la Irlanda medieval ha sido celebrada con una gran asamblea en la corte real de Tara.

Ya hemos hablado en algunos posteos sobre cómo la influencia astrológica de los ciclos de la luna puede extenderse hasta dos o tres días después de la luna llena, por lo que con el conocimiento actual, tiene perfecta lógica que la festividad comience con la Luna llena y se extienda los dos siguientes días. En esta línea de pensamiento, también es preciso traer a colación que el número TRES es de suma importancia para los pueblos de la antigüedad, y los Celtas no eran la excepción.

La mitad oscura entonces comienza con una festividad de 3 noches ¿Pero cuál es el trasfondo de la festividad y de todo este periodo? Hoy hare una breve introducción para continuar en el próximo posteo.

Con la perdida de la luminosidad solar, con la imposibilidad de recurrir a las cosechas y solo manteniéndonos con los recursos que pudimos resguardar para las épocas menos productivas, se desencadenan una serie de acontecimientos climáticos que potencian comportamientos que venimos arrastrando en nuestra psiquis desde que el ser humano es ser humano: El instinto de preservación y la presencia de la muerte.
Lo que los pueblos antiguos consiguieron a través de la tradición, la observación y el pensamiento mágico, fue justamente ajustar su entendimiento sobre los ciclos, y claramente de un modo muy rudimentario, tratar de mantener un equilibrio con aquello que no podían controlar a través de ritos o rituales de apaciguamiento/celebración.

Con la llegada de los días fríos, aprendimos que llega el momento de resguardarnos del invierno. Sabemos que no habrá comida que cosechar porque nuestros alimentos necesitan de luz solar y de calor para crecer. Ha llegado la mitad oscura.

En la actualidad, por nuestro modo de vida urbano, esas preocupaciones no son centrales, pero en la antigüedad eran cuestión de vida o muerte. Nuestros antepasados resguardaban comida en graneros o despensas para los fríos meses. La caza de animales salvajes no era una opción, era una necesidad si no se disponía de un ganado suficiente. Los días se hacen más cortos, por lo que las jornadas de caza se reducían a unas pocas horas de luz diurna y era imperioso encomendarse a los dioses para tener un buen resultado. Todo nuestro entorno cambia, parece detenerse, pero bajo la tierra, en madrigueras, en cuevas, en escondites naturales, animales y plantas esperan épocas mas cálidas para volver a salir y multiplicarse.

Este resguardo de la muerte es lo que nos moviliza externa e internamente. Por un lado, para procurarnos alimento, por el otro, para protegernos, y a nuestros seres queridos. La mitad oscura, también es un momento donde estamos en contacto con la introspección. Estamos en casa, procurándonos calor, mientras que afuera no hay nada, solo frio y oscuridad. Tenemos tiempo de contarnos historias familiares, de recordar los días de verano, de darle importancia nuevamente a lo que no debería haberlo perdido nunca: nuestras vidas.

Es claro que todo este desarrollo no es mas que la vista “actualizada” de un proceso que se sucedía y que seguramente un antropólogo podría describir mil veces mejor, pero que alcanza para bajar a lo cotidiano el entendimiento de lo que la mitad oscura significaba para nuestros ancestros. Y aunque me refiero a la cultura celta, porque no queremos perder de eje a Samhain, es un proceso que todas las culturas atravesaron, atraviesan y seguirán atravesando con mas o menos los mismos nombres.

Volviendo un poco a la festividad, y habiendo dejado en claro la importancia de la abundancia de alimentos y de la caza en la mitad oscura ¿A quiénes se encomendaban los cazadores? ¿Había algún dios asociado a la festividad? Por si no vieron la imagen, cosa imposible, la centralidad la ocupaba el dios Cernunnos.

Cernunnos era considerado el dios del bosque, era el amo y protector de los animales. En la mitología se consideraba que sus dones incluían fertilidad, regeneración, virilidad, lujuria y abundancia. Es decir que representaba en la iconografía mitológica la energía creadora “masculina”. No entraremos en debates metafísicos sobre la energía en este post, pero es necesario que comprendamos la dualidad masculino-femenino complementario como sujetos creadores en la concepción de nuestros antepasados y que hace a su cosmología y sistema de creencias. traducción: No juzgamos con ojos del siglo XXI.

Por otro lado, este dios también era considerado un dios de la muerte. Convengamos que no era un dios que arrebataba la vida, que es lo primero que se nos viene a la mente al leer o escuchar dios de la muerte. Los celtas creían que su canto servía a los muertos para tranquilizarlos cuando experimentaban la angustia de transitar hacia el Otro Lado. Como vemos, su presencia en todos los aspectos que se lo presentaba, era de protección, incluso en el momento mas angustioso de un alma que deja la tierra de los vivos.

Así es como este dios, señor y protector del bosque y cazadores, dador de abundancia y acompañante en la muerte, es parte del eje central y centro de los honores durante las 3 noches de Samonios. Lo cual nos lleva a nuestro próximo post para saber qué se hacía durante las festividades.

El ritual de la fogata fue claramente el foco religioso de los festivales en tiempos precristianos. Desde Irlanda es de donde proviene la mejor evidencia tradicional y la mejor subestructura mitológica para la práctica. Aunque Samhain se celebra, con seguridad, en los centros rituales de las tierras tribales en toda Irlanda, era sobre todo en la «Fiesta de Tara», enfocada en la residencia del Alto Rey como punto fijo de estabilidad en el corazón de toda la tierra, desde donde se basaría la renovación del año, y de allí se esparciría hacia las divisiones secundarias de la tierra.
Todos los fuegos de los hogares, en la víspera de Samhain, debían ser extinguidos. Entonces, se encendía la fogata sagrada, no en Tara, sino en Tlachtga, a doce millas hacia el Noroeste. Este es el lugar de entierro de la heroica Tlachtga, la hija de Mogh Ruith, al que la tradición irlandesa rememora como un druida arquetípico de inmenso poder: y a ella se la recuerda primordialmente como a una hechicera.
Así, el fuego del año nuevo es visto, muy adecuadamente, como el regalo de la Diosa a la tribu. Las ofrendas, tal vez objetos con los que se pretendía representar los deseos de los suplicantes, o los padecimientos que debían sanarse, eran echados a la hoguera, y luego se hacían arder teas, a fin de reencender todos los fuegos de los hogares de la tribu, el fuego de Tara primero, para estar seguros, pero también todos los corazones de las granjas que quedaron a oscuras para el comienzo del año. Al recibir la llama del comienzo del nuevo ciclo, la mente de uno podía centrarse en nuevos proyectos, nuevas esperanzas.

Durante el último siglo, la práctica de encender fogatas aún era común en ciertas partes de Gales, aunque sus connotaciones tenían más que ver con la protección que con la renovación.

El más olvidado de los temas de Samhain en la actualidad, es el del sacrificio, salvo que en ciertas comunidades rurales, especialmente en Irlanda, aún se practica la matanza anual de animales comestibles durante esa estación. Tradicionalmente, esto sucede en Martinmas, el 11 de noviembre, próxima a la antigua fecha de Samhain, de acuerdo con el calendario Juliano.
Para los antiguos celtas, cuya riqueza se hallaba en los rebaños y que daban una especial importancia a todo lo atinente a sus animales, Samhain señalaba el retorno de los rebaños, desde las pasturas de las tierras altas a la vecindad de los asentamientos humanos, donde recibirían refugio y alimento en base a heno y cereal, durante la fría estación. Aquellos animales que ellos consideraban no valía la pena mantener durante el invierno, eran sacrificados en esta época, pero la naturaleza del acontecimiento era tan religiosa como utilitaria.
La energía de la vida en la sangre que corre, se hundía en la tierra, representando una ofrenda a los espíritus de la tierra, los amos Fomorian de la fertilidad y la plaga, en pago por su cooperación durante el periodo de cosecha, y como propiciación, para asegurar el crecimiento de los cultivos en el año entrante.

Aun en épocas tan tardías como el siglo XIX, la naturaleza sacra del fluir de la sangre, aún seguía expresándose en la tradición. Como lo manifestó Amhlaoibh ó Súilleabháin en su diario, en 1830: «Is gnách fuil do dhoirteadh, oíche Fhéil Mártan» (‘Es usual derramar sangre en la víspera de Martinmas’). En Kildare, y tal vez en otras partes de Irlanda, se mataba un gallo, se lo llevaba adentro de las casas y su sangre se salpicaba en los cuatro rincones, a modo de protección contra las influencias malignas relacionadas con las funciones de los cuatro cuartos. Luego, los miembros de la casa se comían el ave como alimento ceremonial. Sin embargo, parece que el cerdo fue el animal más comúnmente usado para sacrificios en este contexto, en tiempos más remotos.
En todas estas costumbres, la importancia de enviar regalos sanguíneos a los poderes del Otro Mundo como garantía de fertilidad, es la motivación dominante.

Entre la multitud de visitantes del Otro Mundo que llegan sin ser llamados a la esfera humana y, a veces, no son bienvenidos, estaban los muertos de la tribu. Era deber de los vivos demostrarles a sus antepasados, el propio respeto y hospitalidad. Se dejaban las puertas y ventanas sin trabar, a modo de invitación para que entraran los espíritus. Parece que la imagen que prevalecía para estas visitas de los muertos, era la de un gran slua o anfitrión de gente (generalmente) invisible, que vagaba por las tierras de casa en casa, quedándose en la de los parientes que le habían pertenecido, para compartir el festival con ellos. Se dejaba comida separada en un costado, para que la consumiera esta «compañía silenciosa». En Gales, esto era bwyd cennad y meirw. (‘la comida para la embajada de los muertos’); en Bretaña, era boued gouel an Anaon (‘la comida para la fiesta de los muertos’), y estaba prohibido que los vivos la tocaran mientras durara la fiesta. La obra de Tangi Malmanche titulada Marvailh an Ene Naoniek (‘El Cuento del Alma Hambrienta’) brinda una vívida ilustración de la maldición que, de acuerdo con la creencia popular, iba a descender sobre cualquier impío y codicioso que osara comerse la comida de los muertos: quedaría impedido, después de su propia muerte, de separarse de sí mismo. Encontramos aquí la exigencia celta por conseguir equilibrio y simetría, con los acontecimientos en el mundo de los vivos que determinan los del mundo de los muertos, y viceversa. A veces esta simetría podría expresarse en formas diferentes, como en distintas versiones de la costumbre cennad y meirw, que permitía que la comida se compartiera con los muertos, al compartirla con los vivos. Los cenhadon y meirw (‘mensajeros de los muertos’) iban de puerta en puerta y, entonando una rima apropiada, pedían «tortas de almas» preparadas especialmente, llamadas pice rhanna en el sur de Gales, las cuales comerían entonces, como representantes carnales de los parientes muertos del que las ofrecía. En este caso, la comida de los muertos, en lugar de ser tabú, se convertía en un sacramento para el que pretendía consumirla ritualmente.

En todos los dichos y canciones asociadas con la costumbre en Gales, el término rhannu (‘compartir’ ) es ubicuo y muestra la importancia de ese concepto en el corazón del ritual. Aunque los ideales morales cristianos, sin duda, ayudaron a reforzar esta práctica, sus orígenes casi con certeza, precedieron la cristianización. Tal como sucede en muchas otras áreas de la cultura donde la fiesta de los muertos juega un importante papel, la hospitalidad hacia los propios muertos no sólo significaba el ofrecimiento de comida y bebida, sino que también tenía las implicancias emocionales de una reunión familiar. Había comunión y conversación con los contemporáneos y la satisfacción de ver el crecimiento y la vitalidad de las nuevas generaciones. En este contexto, la algarabía durante las fiestas de Samhain, celebradas por numerosas familias en las granjas, literalmente está dirigida al entretenimiento de los muertos, como lo ponen en evidencia prácticas similares en otras partes. Uno de los pasatiempos que más comúnmente se permiten en esas fiestas en casi todo el mundo celta, donde las tradiciones más antiguas no dieron paso al imaginario comercial del Halloween americanizado, es ir a la pesca de manzanas.
Aunque existen razones bastante obvias por las cuales las manzanas deberían ser el rasgo prominente de la fiesta, ellas son, después de todo, el último fruto que se recoge antes de que la estación de la cosecha se cierre ritualmente, parece que aquí concurren al trabajo, correspondencias simbólicas más sutiles, vinculándolas con el mundo de los muertos. Las manzanas ofrecen los tres colores primarios (la piel roja, la carne blanca y las semillas negras) y, como todos los otros fenómenos naturales que poseen esta propiedad, son una manifestación del poder del Otro Mundo.

Qué es lo que se pretendía representar exactamente con el recogimiento de una manzana flotante sin la ayuda de las manos, además de ser una ocasión de tumultuosa diversión , ya no queda del todo claro, pero por cierto, parece ser otro cuso, como la costumbre de cennad y meirw. de los acontecimientos de nuestro mundo que tienen el propósito de reflejar como espejos los del otro mundo.

Los jóvenes le hacen pagar a sus mayores, especialmente si sienten que sus necesidades no fueron satisfechas o que fueron dejadas de lado injustamente. A las personas poco generosas o amables, aunque tengan un prestigio social muy encumbrado durante el resto del año, esta noche les arrancarán todos los nabos de sus campos. Se hacen trucos entre los vecinos, algunos ingenuos otros algo maliciosos, aunque ya están preparados a causa del espíritu de la estación.
Explotando el temor generalizado de la invasión sobrenatural, bandas bullangueras se disfrazan como muertos errantes (tal vez un eco de la costumbre de cennad y meirw, o como siniestras criaturas del Otro Mundo. En Irlanda, grupos de buachaillí tuí con sus rasgos oscurecidos con máscaras de paja, sugieren espíritus de la tierra liberados de su obligación contractual con la tribu al final de la Cosecha. A veces los disfraces son, realmente, atroces.
Dentro de esta cadena de costumbres, la más significativa y antigua, aparentemente es la de cruzar vestimentas: los jóvenes de sexos opuestos se intercambian sus ropas. En Gales, a esos grupos de gente joven que van por ahí en Calan Gaeaf (primer día de invierno), vestidos con trajes del sexo opuesto, eran llamados gwrachod (‘hechiceras’ o ‘brujas’). Mientras que por un lado, esto se hacia seguramente para evocar la actividad realzada de los practicantes de magia, percibida por la tradición folclórica como una presencia peligrosa y alarmante, en esta noche de contacto con el Otro Mundo, bien pudo haber un significado mas profundo para la imaginería, relacionado con el tema de cambiar de sexos, asociado comúnmente con la hechicería mundial.
En muchas tradiciones de los nativos americanos y siberianos, el chamán, al abandonar los códigos de comportamiento y vestimenta que son socialmente apropiados para su sexo, trasciende las limitaciones existenciales del género y se torna capaz de experimentar la naturaleza humana como un todo equilibrado, estableciendo una polaridad en su propio ser, y de no permanecer identificado sólo con la mitad de un par de opuestos.

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